Cumplen los diques una función básica, y es la de contener el torrente de agua hasta que sea el momento oportuno de darle salida. En política muchas operaciones tienen este próposito, y en la mayoría de ocasiones requieren de la inmolación de terceros para que otros cosechen el beneficio una vez que el líquido elemento haya regresado a su cauce. Que Alfredo Pérez Rubalcaba no se marchase a su casa la noche en la que su candidatura hundió al PSOE en los 110 diputados y el peor resultado de su historia es, sin lugar a dudas, una anomalía política. Tuvo Joaquín Almunia que soportar de todo cuando su resultado se quedó en 125 escaños, pero ahora algunos claman por la continuidad de Rubalcaba tras haberse llevado un varapalo todavía mayor. Curioso. Invocan aquellos que no ven necesidad de cambio alguno en el Partido Socialista el sacrifico de Rubalcaba en el peor momento para el partido y el Gobierno, por lo que el premio a la inmolación debería ser la Secretaría General y la posibilidad de hacer oposición. El problema de esto es, simplemente, que si Rubalcaba fue candidato es porque él lo quiso así. Diré más. Las maniobras previas para quitarle la idea de presentarse a las primarias a Carme Chacón demuestra que no sólo no fue obligado, sino que se obró en la sombra para que su candidatura fuese la única, y no se viese el todavía vicepresidente en el trance de recorrer las agrupaciones locales del PSOE por toda España en dura pugna con Chacón. Una decisión que la Ministra de Defensa tenía tomada, y a la que sólo renuncio cuando vio en riesgo la propia continuidad de José Luis Rodríguez Zapatero al frente del ejecutivo. Pero eso es otra historia, que merecerá ser contada en otro momento. Alfredo Pérez Rubalcaba vuelve a contener el torrente Chacón. Su función como dique en esta estrategia despierta curiosidad al no conocerse todavía para quién realiza esta misión. Es claro que muchos de los que aspiran a dirigir el PSOE no pueden hacerlo ya, porque carecen de la condición de diputados que les permitiría liderar la oposición. Entre los barones, nombres propios y demás aspirantes que suenan, sólo Chacón podría asumir ese papel protagonista. Sólo ella y Alfonso Guerra ganaron en sus respectivas provincias, por cierto. El tapado o tapados siguen trabajando, y por ello Rubalcaba sigue en la brecha en vez de haberse retirado a los pocos minutos de conocerse el resultado. Con ello ha logrado volver a incordiar la candidatura de Carme Chacón, pero sobre todo está evitando la necesaria catarsis que necesitan los socialistas tras el batacazo electoral. Detrás de Rubalcaba se han colocado decenas de perdedores regionales y provinciales, que ahora entonan eso de "qué dimita él primero", para no asumir ninguna responsabilidad en sus territorios. El macabro destino bromista ha querido que el único socialista que ha dimitido en los últimos días haya sido ese que pago con la tarjeta de crédito del ayuntamiento en una casa de putas. Sólo falta que sea uno de los pocos que ganó las elecciones en su pueblo, para completar el cuadro.